Por Julián Padilla
Dar o no dar cobertura a los eventos, actividades y propósitos individualizados, es una decisión puramente comercial que se acuerda con los medios y seguramente tendrá una amplitud relacionada con su tarifario.
Aunque tratándose de noticias y considerando el derecho a réplica que en teoría existe y debe respetarse, el acceso a los medios podría ser expedito a los fines de aclaraciones.
Sin embargo no es lo mismo Juan que Juana así como tampoco lo es el sonido de la guitarra y una misteriosa melodía del violín.
Por otro lado, no es lo mismo ir detrás de las noticias, donde el interés comunicacional lo tiene el medio, que casi siempre desea una primicia noticiosa, que cuando el interés de usar los medios recae en el cliente, ya sea por una actividad social, por un hecho noticioso que tiene en su poder o por puras aspiraciones personales o políticas.
Sin embargo, es innegable el poder de influencia que ejercen los medios en la exposición de informaciones que finalmente podrían ser o no relevantes, en función de la percepción de la audiencia, o que en la no concretización de los objetivos mediáticos, no surtan el efecto deseado por parte de quienes reciben la comunicación.
El reto comunicacional vigente es complejo, no solo se trata de la difusión de información incompleta, falsa, con medias verdades, o que tiene la intención clara de distraer o desinformar a la población, también se trata, de la misma credibilidad del medio, que se presta por cumplimientos tarifarios, a dar cabida a informaciones que son tan fakes, como las mismas que se intentan amordazar por provenir de las redes sociales.
Antes de la existencia de las redes sociales toda la gestión comunicacional venia de los medios tradicionales, radio, periódicos, televisión, afiches, pancartas, material pop, flyers, etc.
Hoy en día con la diversidad de las plataformas en el crecimiento exponencial e incontrolable de las redes, la competencia se ha puesto aún más difícil, así como también la confusión en cuanto a la información que se recibe. Es tanto así, que los mimos medios tradicionales han tenido que entrar fuertemente en el mercado digital y compiten directamente con las redes sociales.
Sin embargo, es un hecho, que el prestigio de la prensa tradicional aun usando los medios digitales se impone y cualquier creador de contenido valora la difusión de sus aportes cuando dichos medios lo comparten a su audiencia.
Entre la lucha por informar primero un hecho noticioso, o manipular los hechos para captar más la atención y lograr más rating, hay una línea que hace tiempo fue violada y los mismos medios digitales tradicionales, pecan alegremente y se equiparan, a la misma practica morbosa e indecente de los falsos lideres denominados hoy influencers.
Los categorizo como falsos líderes, porque aunque ejercen influencia que en la mayoría de los casos constituyen anti valores andantes, y muy distantes de lo que cualquier buen padre de familia desearía para sus hijos.
Así mismo se ven algunos exponentes que creen que pueden construir un liderazgo mediante amenazas, utilización de palabras vulgares, intromisión en la vida privada de la gente, bailes íntimos, promoción de aberraciones en los medios digitales, uso intensivo de palabras vulgares, acusaciones sin pruebas, creación de títulos llamativos, que hacen pensar que ha llegado el fin del mundo y luego con un contenido muy lejos de lo vendido.
Tal vez esté llegando el momento de establecer alguna norma ética de conducta comunicacional especializada y dirigida, o tal vez promover premiaciones para aquellos que realmente ejercen influencias positivas en la sociedad.
Lastimosamente cuando se tocan estos temas se va siempre a los extremos, la mordaza, la censura, el castigo, la regulación de un carnet que no suma contenidos sino formas, y entonces se queda todo en un manejo superficial que se desliza tranquilamente en el acontecer, de una sociedad donde la política y el poder ha sabido dar los peores ejemplos.
Todo esto en su conjunto no agrega valor realmente a la sociedad dominicana, pero se promueve, se aplaude, pues es un buen distractor mientras se destruye la república y se minan los valores adecuados para la familia dominicana.
Otros asumen un discurso sobre una necesidad realista de la nación y entonces pretenden luego aspirar a posiciones políticas, basados en un liderazgo que nadie apoya y ahí se ven los resultados. Se convierten entonces en cuatreros de la necesidad del pueblo, bañado de falsedades, iguales que los mismos políticos que critican. Quedando luego al descubierto las prebendas y reales intenciones, así como las nuevas actividades trepadoras en una pesca fallida en rio revuelto.
Así como el poder de los medios puede crear falsos lideres, aupar a bandidos claramente enriquecidos con ilícitos y todo el mundo los conoce, también tiene el poder de apoyar directa o indirectamente a personalidades que ya han estado en el poder, o que son o han sido funcionarios públicos y que disfrazados de bondad, intentan utilizar los medios, más que para informar sobre actividades exitosas o mejorar al país, para seguir proyectándose personalmente con los mismos fines políticos.
La lujuria comunicacional colectiva se enciende en los medios y es aprovechada por todos los actores del proceso que desean mantenerse adelante, adelante como dicen, aunque siempre termina con contrapartidas que echan por tierra la información planteada originalmente.
Es que lo importante es llamar la atención y esa mala práctica que dio resultado en las redes y creo las denominadas fakes news, ahora también las adoptan medios que se supone son más tradicionales y más apegados a la profesionalidad comunicacional.
Visto así, no cabe la menor duda de que la falta de credibilidad se ha generalizado en todos los medios, y que eso plantea un peligro latente y real, que en un momento dado, nos haga recordar la historia del lobo, que finalmente nos sorprendamos al decir, realmente el lobo llegó.